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domingo, 31 de agosto de 2008
sábado, 30 de agosto de 2008
TODOS SOMOS CULPABLE
TODOS SOMOS CULPABLE
(Fragmento de novela)
Mario Sánchez
El Sapo le dio la espalda a César como señal de que no quería seguir hablando sobre eso, hurgó en la caja que llevaba y sacó un cristo tallado en madera, dio vueltas por toda la celda intentando colocarlo, no encontró el lugar propicio y finalmente hizo las latas de comida a un lado, recorrió la parilla eléctrica unos centímetros y lo dejó sobre la repisa de cemento. César miró el cristo y brincó inmediatamente de su catre, fue hacía la repisa, tomó la figura de madera y se la entregó al Sapo. Aquí nada de estas chingaderas, dijo César exaltado y el sapo se sintió ofendido en lo más profundo de su fe, sin embargo, se sabía un intruso, un recién llegado, y sabía que por conveniencia lo más indicado era obedecer. César salió al pasillo y miró la lluvia caer estrepitosa. Se le apareció su madre entre las gotas que explotaban sobre los charcos, y en las ondas dejadas se le apareció la vez en que su madre lo había llevado a la iglesia para ponerse de acuerdo con el sacerdote sobre su primera comunión.
César se sentía entusiasmado y no por el acercamiento a dios, pues dios y cristo y todos lo santos le daban un poco de miedo. En realidad, se sentía excitado porque su madre sonreía ilusionada cada vez que se hablaba de César y su primera comunión, y esos ojos brillosos como granizos eran los que habían hecho que César aceptara un año de ir cada domingo a catecismo. Pero ya se le había acabado el tiempo y ahora, mientras la gente salía de la iglesia, él y su madre caminaban en sentido contrario con la intención de alcanzar al sacerdote y ponerse de acuerdo con la fecha. Su madre lo jaló del brazo hasta la puerta de la sacristía. Se detuvieron. A César, aún después de un año de acudir a esa misma iglesia, no podían dejar de inquietarle las figuras enormes de santos que lo miraban hacia donde él se movía, tantas veces, sin éxito, trató de ocultarse de esas miradas, aunque él ya sabía sus nombres y conocía lo que habían hecho y creía que habían sido buenas personas, incluso así no dejaba de sentir un poco de temor. Pero a la figura enorme que sangraba en una cruz de madera sobre el retablo, le era muy difícil siquiera voltear a verla. El que está todo lastimado me da mucho miedo, decía César cada vez que le preguntaban sobre la crucifixión.
Ve a jugar allá afuera, yo voy a ver lo de tu primera comunión, dijo la madre de César, y él obedeció y salió de la iglesia, buscó un pedazo de tierra e hizo un hoyo con una rama, sacó sus canicas y comenzó a jugar, algunos niños se le acercaron y lo retaron: quien lograra meter primero una canica al hoyo se quedaba con la canica del otro. César estuvo de acuerdo. Cuántos años tienes, le dijo un niño. Ocho, contestó César y otro niño más grande se sintió con la fuerza suficiente para arrebatarle todas las canicas, pero César no lo permitió y ambos comenzaron a jalonearse y a tirar golpes y patadas. Niños, estense quietos, gritó una mujer y logró separarlos.
César regresó a la iglesia enojado y con la playera rota, fue directo a la sacristía, llevaba el firme propósito de decirle a su madre, ¡Vámonos, ya no quiero primera comunión ni nada, vámonos a la casa!, y todo esto dicho con voz de mando, como si él fuera el hombre de la casa que ordenaba lo que se hacía y lo que se dejaba de hacer. ¡Vámonos ahora mismo!, se quedó con ganas de decir, pues la puerta de la sacristía estaba cerrada.
Adentro se escuchaban susurros, risas, voces entrecortadas. César se impacientó, pero no empujó la puerta porque su madre le había dicho que se debía tocar antes de entrar, y tocó varias veces, pero nadie respondía. Tocó más fuerte, Soy yo mamá, gritó César. Ahorita voy, dijo la madre, y después escuchó que las voces de adentro algo se decían, como si se tratara de un secreto. Le ha de estar diciendo que me porté mal el domingo, pensó César, pero no le importó porque estaba enojado y lo único que deseaba en ese momento era irse de allí y contarle a su madre que se había peleado con otro niño que intentó abusar de él, y entonces él escucharía a su madre diciendo: “No está bien que te pelees pero tampoco está bien que te dejes”, porque su madre lo aconsejaba así, con ambigüedad, excepto cuando se trataba de tocar antes de entrar o bajar los codos de la mesa o no interrumpir a los adultos, y aunque aquellos consejos no alimentaban la conciencia de César, siempre lo reconfortaba porque así él ignoraba si estaba bien o mal lo que había hecho.
No aguantó más, César olvidó buenos modales y empujó un poco la puerta justo en el momento en el que escuchó un gemido de su madre, y la miró en una posición extraña, como nunca antes la había visto, recostada sobre un escritorio de madera con las piernas abiertas, y el sacerdote en medio de las piernas de su madre con el pantalón hasta los tobillos y la sotana arriba de la cintura, y la vio gemir y la escuchó cuando ella dijo, Me da pena, así no puedo, y el sacerdote se hizo para atrás y se dirigió a la pared del fondo y descolgó un cristo y lo puso sobre una repisa con la cara y la corona de espinas frente a la pared. El sacerdote regresó, la madre bajó del escritorio, se volteó y ofreció las nalgas. César miró como el padre la penetraba y, aunque no entendía con certeza qué sucedía, algo frío en el pecho le quemaba como un cubo de hielo resbalando por el esófago. Sentía repulsión por el mundo, por dios, por ese cristo contra la pared, y de todo este odio se le llenaba la cabeza, pero él no tenía la edad suficiente para ponerle palabras y mucho menos para entrar e irrumpir aquello que su madre y el cura hacían, se sintió inválido, le temblaron los pies y las rodillas y el cuerpo entero.
No se quedó a mirar el final del acto, simplemente se fue a sentar en una de las bancas y miró el cristo en el retablo y sintió tanto asco que tomó una de sus canicas y se la lanzó a la cara, el sonido del golpe rebotó con fuerza por las paredes de la iglesia y César se asustó, sintió como si el eco hubiese tomado venganza, y entonces una lágrima se le escapó de los párpados. Su madre salió y César la miró a los ojos y entendió que ella ya no era la misma, que sus ojos ahora estaban llenos de lodo, que en medio de sus piernas había algo que a César le causaba el mismo temor que aquellos santos mirándolo desde los nichos. Supo también que nada volvería a ser igual, y lo supo cuando su madre trató de besarlo en la mejilla y el no pudo contestar ese beso. Y así fue como César nunca volvió a sentir ganas de decirle a su madre que la quería, porque a esa edad el amor no puede fingirse. Su madre había puesto un dique inquebrantable el cual César nunca se atrevería a allanar, algo entre ellos se perdió para siempre. El sacerdote extendió la mano para despedirse, pero César le dio la espalda. Fue esa la primera vez en su vida que miró unas manos negras, plomizas, llenas de mugre.
Un granizo le golpeó la cara y lo hizo regresar del recuerdo. César miró al cielo y algo de las nubes desplomándose sobre los patios de la cárcel le dio a entender que la lluvia tardaría demasiado en quitarse. Y así fue, tres días llovió sin parar y tres días bastaron para que la cárcel se inundara.
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Etiquetas: Documentos, Literatura (Mario Sánchez)
jueves, 28 de agosto de 2008
Iluminemos México
La cita es a las 18:00 del próximo sábado 30 en el Ángel de la Independencia, vestidos de blanco y con una vela o veladora. Allá nos vemos.
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miércoles, 27 de agosto de 2008
La lagartija Jesucristo.
P.D.- Nos vemos el próximo sábado a las 18:00 hrs. en el Ángel.
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Etiquetas: Humor
martes, 26 de agosto de 2008
El respeto a la vida.
P.D.- Nos vemos a las seis de la tarde el próximo sábado en el Ángel.
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Etiquetas: Documentos
domingo, 24 de agosto de 2008
Carta a Juliet.
Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo, palpándolo, etc.) se llama "observación" . Muchas veces, la evidencia no sólo es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se ha cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el asesino y la persona asesinada) pero los investigadores pueden reunir otras muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó; no demuestra que cometiera el asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas encajan en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue "fulano" el que cometió el asesinato. Los científicos -especialistas en descubrir lo que es cierto en el mundo y el Universo- trabajan muchas veces como detectives. Hacen una suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que podría ser cierto, y a continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así, deberíamos observar tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo si el mundo fuera verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que avance siempre en la misma dirección acabará por llegar al mismo punto del que partió.
Cuando el médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y haya visto el sarampión; su primera mirada le proporciona una hipótesis: podrías tener sarampión, entonces, va y se dice: "si de verdad tiene el sarampión, debería ver...." y empieza a repasar toda su lista de predicciones, comprobándolas con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos (¿tienes caliente la frente?) y con los oídos (¿te suena el pecho como suena cuando se tiene el sarampión?). Sólo entonces se decide a declarar "diagnostico que la niña tiene sarampión".
A veces, los médicos necesitan realizar otras pruebas, como análisis de sangre o rayos x, para complementar las observaciones hechas con sus ojos, manos y oídos. La manera en que los científicos utilizan la evidencia para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y complicada que no te la puedo explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por ahora la evidencia, que es una buena razón para creer algo, porque quiero advertirte en contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman "tradición", "autoridad" y "revelación". Empecemos por la tradición. Hace unos meses estuve en televisión, charlando con unos 50 niños. Estos niños invitados habían sido educados en diferentes religiones: había cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, sijs; el presentador iba con el micrófono de niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños decían demuestra exactamente lo que yo entiendo por "tradición". Sus creencias no tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las creencias de sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en ninguna evidencia. Decían cosas como "los hindúes creemos tal y cual cosa", "los musulmanes creemos esto y lo otro", "los cristianos creemos otra cosa diferente". Como es lógico, dado que cada uno creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón. Por lo visto, al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la tradición. La tradición es la trasmisión de creencias de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se originan casi de la nada: es posible que alguien las inventara en algún momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de Thor y Zeus; pero cuando se han transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición. El problema con la tradición es que, por muy antigua que sea una historia, es igual de cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original. Si te inventas una historia que no es verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante siglos, por muchos siglos que sean. En Inglaterra, gran parte de la población ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de las muchas ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la ortodoxa rusa, la católica romana y la metodista. Cada una cree cosas diferentes. La religión judía y la musulmana son un poco más diferentes, y también existen varias clases distintas de judíos y de musulmanes. La gente que cree una cosa está dispuesta a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente distintas, de manera que se podrá pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para creer lo que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes creencias se deben únicamente a diferentes tradiciones. Vamos a hablar de una tradición concreta... los católicos creen que María, la madre de Jesús, era tan especial que no murió, sino que fue elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras tradiciones cristianas discrepan, diciendo que María murió como cualquier otra persona. Estas otras religiones no hablan mucho de María, ni la llaman "Reina del cielo", como hacen los católicos. La tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo no es muy antigua. La Biblia no dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a la pobre mujer apenas se la menciona en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue elevado a los cielos no se inventó hasta unos seis siglos después de Cristo. Al principio, no era más que un cuento inventado, como Blancanieves o cualquier otro. Pero con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una tradición y la gente empezó a tomársela en serio, sólo porque la historia se había ido transmitiendo a lo largo de muchas generaciones. Cuanto más antigua es una tradición, más en serió se la toma la gente. Y por fin, en tiempos muy recientes, se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia Católica: esto ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad que tienes tú ahora, pero la historia no era más verídica en 1950 que cuando se inventó por primera vez, seiscientos años después de la muerte de María. Al final de esta carta volveré a hablar de la tradición, para considerarla de una manera diferente, pero antes tengo que hablarte de las otras dos malas razones para creer una cosa: la autoridad y la revelación.
La autoridad, como razón para creer algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una de las ramas de la religión musulmana, las personas más importantes son unos ancianos barbudos llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes dispuestos a cometer asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les dicen que lo hagan.
Cuando te decía que en 1950 se dijo por fin a los católicos que tenían que creer en la asunción a los cielos del cuerpo de María, lo que quería decir es que en 1950 el Papa les dijo que tenían que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa decía que era verdad, luego tenía que ser verdad! Ahora bien, lo más probable es que, de todo lo que dijo el Papa a lo largo de su vida, algunas cosas fueron ciertas y otras no fueron ciertas. No existe ninguna razón válida para creer que todo lo que diga es verdad sólo porque es el Papa, del mismo modo que no tienes porque creer todo lo que te diga cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a sus seguidores que no limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su autoridad tan ciegamente como a él le gustaría, el resultado sería terrible: hambre, enfermedades y guerras provocadas por la sobrepoblación. Por supuesto, también en la ciencia ocurre a veces que no hemos visto personalmente la evidencia, y tenemos que aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he visto con mis propios ojos ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen la velocidad de la luz. Esto podría parecer "autoridad" pero en realidad es mucho mejor que la autoridad, porque la gente que escribió esos libros sí que había observado la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha evidencia siempre que lo desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni siquiera los sacerdotes se atreven a decir que exista alguna evidencia de su historia acerca de la subida a los cielos del cuerpo de María.
La tercera mala razón para creer en las cosas se llama "revelación". Si en 1950 le hubieras podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que "se le había revelado". Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo orientación. Había pensado y pensado, siempre solo, y cada vez se sentía más convencido. Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación "revelación". No sólo los Papas aseguran tener revelaciones. Las tienen montones de personas de todas las religiones, y es una de las principales razones por las que creen las cosas que creen... pero ¿es una buena razón?, supón que te digo que tu perro ha muerto; te pondrías muy triste y probablemente me preguntarías: "¿estás seguro? ¿cómo lo sabes? ¿cómo ha sucedido?" y supón que yo te respondo: "en realidad no sé que Pipo ha muerto, no tengo ninguna evidencia, pero siento en mi interior la curiosa sensación de que ha muerto". Te enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes que una "sensación" interior no es razón suficiente para creer que un perrito ha muerto, hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de vez en cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son. Está claro que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de modo que ¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta?, la única manera de asegurarse que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha parado, o que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real de que ha muerto.
A veces, la gente dice que hay que creer en las sensaciones internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas como "mi mujer me ama". Pero éste es un mal argumento. Puedes encontrar abundantes pruebas de que alguien te ama. Si estás con alguien que te quiere, durante todo el día estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de evidencia, que se van sumando. No se trata de una pura sensación interior, como la que los sacerdotes llaman revelación. Hay datos exteriores que confirman la sensación interior: miradas en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz, pequeños favores y amabilidades; todo eso es auténtica evidencia. A veces, una persona siente una fuerte sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna evidencia, y en estos casos lo más probable es que esté completamente equivocada. Existen personas con una firme convicción interior de que una famosa estrella de cine las ama, aunque en realidad la estrella ni siquiera las conoce. Esta clase de personas tienen la mente enferma. Las sensaciones interiores tienen que estar respaldadas por evidencias, si no, no podemos fiarnos de ellas. Las intuiciones resultan muy útiles en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que poner a prueba buscando evidencias. Un científico puede tener una "corazonada" acerca de una idea que, de momento, sólo "le parece" acertada. En sí misma, ésta no es una buena razón para creer nada; pero sí que puede ser razón suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un experimento concreto o buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos utilizan constantemente sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas ideas no valen nada si no se apoyan con evidencias.
Te prometí que volveríamos a lo de la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría intentar explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para sobrevivir en las llanuras de África, los cangrejos de río están construidos para sobrevivir en agua salada; también las personas somos animales, y estamos construidos para sobrevivir en un mundo lleno de... otras personas. La mayoría de nosotros no tiene que cazar su propia comida, como los leones y las langostas; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a otras. Nadamos en un "mar de gente". Lo mismo que el pez necesita branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder tratar con otra gente. El mar está lleno de agua salada, pero el mar de gente está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma, tú hablas inglés, pero tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de ustedes habla el idioma que le permite hablar en su "mar de gente". El idioma se transmite por tradición, no existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pipo es “a dog”, en Alemania, es “ein Hund.” Ninguna de estas palabras es más correcta o más verdadera que la otra, las dos se transmiten de manera muy simple; para poder nadar bien en su propio "mar de gente", los niños tienen que aprender el idioma de su país y otras muchas cosas acerca de su pueblo y esto significa que tienen que absorber, como si fuera papel secante, una enorme cantidad de información tradicional... (recuerda que "información tradicional" significa simplemente, cosas que se transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos.)
El cerebro del niño tiene que absorber toda esta información tradicional, y no se puede esperar que el niño seleccione la información buena y útil, como las palabras del idioma, descartando la información falsa o estúpida, como creer en brujas, en diablos y en vírgenes inmortales. Es una pena, pero no se puede evitar que las cosas sean así. Como los niños tienen que absorber tanta información tradicional, es probable que tiendan a creer todo lo que los adultos les dicen, sea cierto o falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los adultos les dicen son ciertas y se basan en evidencias, o, por lo menos en el sentido común. Pero si les dicen algo que sea falso, estúpido o incluso maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño se lo crea también? ¿y... que harán esos niños cuando lleguen a adultos?, pues seguro que contárselo a los niños de la siguiente generación. Y así, en cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa -aunque sea completamente falsa y nunca existan razones para creérsela-, se puede seguir creyendo para siempre. ¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones?; creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre..., ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas, sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.
Otros millones de personas creen en cosas diferentes, porque se les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A los niños musulmanes se les dice cosas diferentes de las que se les dicen a los niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los episcopalianos, los shakers, los cuáqueros, los mormones o los Holly rollers, y todos están absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros están equivocados.Creen cosas diferentes exactamente por las mismas razones por las que tú hablas inglés y tu amiga Ann-Kathrin habla alemán; cada uno de los dos idiomas es el idioma correcto en su país, pero de las religiones no se puede decir que cada una de ellas sea la correcta en su propio país, porque cada religión afirma cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede estar viva en la católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda del Norte. ¿Qué se puede hacer con todo esto? A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque sólo tienes 10 años, pero podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien te diga algo que parezca importante piensa para tus adentros: "¿es ésta una de esas cosas que la gente suele creer basándose en evidencias? ¿o... es una de esas cosas que la gente cree por la tradición, autoridad o revelación?". Y la próxima vez que alguien te diga que una cosa es verdad, prueba a preguntarle "¿qué pruebas existen de ello?", y si no pueden darte una respuesta, espero que te lo pienses muy bien antes de creer una sola palabra de lo que te digan.
Te quiere, Papá.
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Etiquetas: Documentos
miércoles, 20 de agosto de 2008
Dios bondadoso y bueno
porque yo te vi, te vi porque en la pobreza estás
porque afianzas mi credo cada vez que no puedo
este mundo remediar porque volátil surges
acechando mi razón porque la razón se va
no cuenta y sí perece ante tu gran majestad
eres tú la gran verdad y no hay duda en qué pensar
pues pensar no es menester si yo acepto que creer
es la realidad que yo me permito defender
dios bondadoso y bueno ¿qué no existes? no es verdad
la mente no me engaña y en mi mente siempre estás.
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lunes, 18 de agosto de 2008
De minifaldas, ovarios y rosarios.
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Etiquetas: Documentos, Prensa
sábado, 16 de agosto de 2008
Impudicia II
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Etiquetas: Documentos, Prensa
jueves, 14 de agosto de 2008
Impudicia.
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Etiquetas: Prensa
miércoles, 6 de agosto de 2008
Conferencia sobre VIH y SIDA
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Etiquetas: Documentos, Prensa
martes, 5 de agosto de 2008
Primogénito.
"Cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito y le puso por nombre Jesús." Mateo 1, 25.
El carpintero logró coronar el esfuerzo que para su edad representaba. A diferencia de otras veces, esta vez culminó cabalmente con la expresiva satisfacción de su mujer. Ya de lado, recostado junto a Myriam y aún con el acelerado ritmo de su músculo cardíaco volvió la cabeza hacia donde el pequeño Jeshua, Emmanuel, (dios con nosotros) dormía ajeno a las fatigas en que los hombres en busca del placer y de la perpetuación de su especie se afanan. Nadie había ahí atestiguando el hecho. No estaba presente quien pudiera dar fe de lo acontecido ni amanuense que lo dejara por escrito y tal vez por eso la historia después se contó de distinta manera. No obstante ello y mucho tiempo después, hubo quien investigando descalificara esta historia y dijera que Jesús el cristo era hijo de Judas de Gamala.
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Publicadas por iTinnitus - Moderador a la/s 23:10 0 comentarios
Etiquetas: Documentos, Literatura (Alfonso Romero), Perlas Bíblicas (Estudio Bíblico)
lunes, 4 de agosto de 2008
¿Tienes 21 minutos?
Publicadas por iTinnitus - Moderador a la/s 01:27 3 comentarios
Etiquetas: Documentos
sábado, 2 de agosto de 2008
La inevitable decadencia.
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Publicadas por iTinnitus - Moderador a la/s 21:27 0 comentarios
Etiquetas: Prensa
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