versión móvil

domingo, 24 de enero de 2010

COLUMNA INVITADA


Por Luis Gonzáles de Alba
Publicada en el periódico MILENIO

Vivimos tiempos de creencias extraordinarias: la gente cree a pie juntillas en un gigantesco hombre patón del que sólo se tiene la foto de una sombra entre árboles de una montaña, en un monstruo acuático cuya foto fue hecha con un juguete de 30 centímetros, reconocieron los bromistas; el chupacabras sigue dando para documentales en canales antes serios, la Virgen de Guadalupe se sigue apareciendo en tinacos manchados y bajo puentes de carreteras.

Pero también vivimos negaciones extraordinarias: el sida no existe. El sida, señoras y señores, no es sino resultado de la pérfida combinación de alcohol, drogas, orgías, desenfrenos, sexo y sudor que se paga con merecidas lágrimas. El aumento de casos en mujeres casadas, los miles de bebés con sida de nacimiento, antes de que se arrojen a la promiscuidad, y, sobre todo, la súbita detención de las muertes a partir de nuevos antirretrovirales desde 1994, es una perversa manipulación de consorcios médicos, dicen.

Como el fraude que nadie sabe explicar cómo y cuándo se cometió contra el candidato presidencial del PRD, sin tocar ni perjudicar a sus candidatos a senadores y diputados, así de claro es que el sida no existe.

Una prueba irrefutable de la eficacia de un medicamento, lo sabe quien haya pedido un remedio en una farmacia, es que la enfermedad cede. La prueba de la relación causa-efecto entre el retrovirus denominado VIH y el síndrome conocido como sida, con su abatimiento de las defensas corporales, fue la eficacia del primer medicamento: el AZT. Enfermos terminales recuperaron peso y volvieron a sus trabajos (porque, para asombro de los negacionistas, resulta de que trabajan). Al año todos habían recaído. La conclusión no fue “el sida no existe”, sino “el remedio falló” y la explicación nos la ofrecen todos los antibióticos: al descubrir la penicilina, nada se le resistía. Hoy está casi olvidada.

Pero los negacionistas no son simplemente ridículos esperpentos como los que afirman que ningún cohete ha logrado salir de la atmósfera terrestre (y son millares, con pruebas de cómo las potencias nos engañan, pero sin respuesta para el porqué). Los negacionistas del sida han causado, con la suspensión de los tratamientos, unas 330 mil muertes nada más en Sudáfrica.

En Aids and Behavior, Myron Essex y Pride Chigwedere, de la Harvard School of Publica Health AIDS Iniciative, hacen cuentas a los negacionistas. Los llamados “cocteles triples”, combinaciones de tres, en ocasiones más, antirretrovirales, han detenido la tasa de mortalidad y convertido el sida en una enfermedad crónica, como la diabetes. Los datos están disponibles en todos los países, en reportes como la segunda edición de 25 años de sida en México. Logros, desaciertos y retos, a cargo de José Ángel Córdova Villalobos, Samuel Ponce de León y José Luis Valdespino.

Son casi 500 páginas tamaño carta, donde unos 40 autores dan cuenta de la enfermedad y, sobre todo, de su detención: el sida en mujeres, en jóvenes, en recién nacidos. Los medicamentos, disponibles en servicios públicos y hasta en el Seguro Popular, han logrado que la pandemia amaine. Que las tasas de mortalidad se hayan reducido de forma drástica no conmueve a los negacionistas. Como a los creyentes en el fraude del 2006, los mueve su fe. Y ya sabemos que la calidad de la fe se prueba por su resistencia a los datos más abrumadores: no hay terremoto en país de pobreza extrema que cancele la fe en un Dios de infinito amor.

“Los negacionistas refutan que el VIH cause el SIDA, que los fármacos antirretrovirales sean útiles, y, por último, que millones de personas en el mundo entero hayan muerto de sida. Los negacionistas del sida son un creciente movimiento que tiene considerable visibilidad en la Internet. A pesar de sus puntos de vista, se estima que del año 2000 al 2005, al menos 330 mil sudafricanos murieron prematuramente y 35 mil bebés fueron infectados con VIH como resultado de la decisión tomada por el ex presidente Thabo Mbeki de retirar los fármacos antirretrovirales, basándose en opiniones de negacionistas estadunidenses”, señalan los autores en AIDS and Behavior.

Essex y Chigwedere señalan los potentes efectos de los tratamientos anti VIH y cómo se perdieron oportunidades en Sudáfrica por atender un completo sinsentido, “responden los argumentos de los negacionistas del sida con robusta evidencia científica.” Pero, como lo sabemos quienes hemos intentado pedir fundamentos a los que trompetean el fraude del 2006, nada se puede hacer contra una fe bien consolidada.

“Hay necesidad de honestidad y revisión por pares en situaciones que impactan las políticas de salud pública. Cuando el negacionismo del sida entra a la práctica de la salud pública, las consecuencias son trágicas.”











Imprimir Entrada

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigos: Soy un ateo seguidor entusiasta de este blog. Su contenido y sus autores me parecen todos estupendos.
Sin embargo, creo que Luis González de Alba no debería estar aquí, ni siquiera como invitado.
No discuto su talento, su oficio y su amplia cultura.
Este individuo no es precisamente, como se dice arriba, "gente de mente abierta": sus reconocidos y clamorosos prejuicios políticos, expresados siempre con histeria y fanatismo, lo desacalifican para ser tomado en serio en un sitio como este.
Su presencia les afea el blog.
Saludos.