miércoles, 31 de octubre de 2007
Halloween, religión y mentiras
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martes, 30 de octubre de 2007
Sexo y religión

Hace unos días nos referíamos a la postura de los monoteísmos respecto de las pulsiones y libertades humanas (Entrevista a Michel Onfray). La Agencia de noticias Orbita editada por "jóvenes comunicadores cristianos" del Perú publica un artículo firmado por Dawlin Ureña en el que da rienda suelta a las mismas taras represivas que en materia de sexualidad ha mantenido el judeocristianismo desde siempre. Desde su chata visión, el acto sexual sigue viéndose desde una perspectiva exclusivamente reproductiva por lo que toda práctica sexual tendiente a buscar el placer al márgen de la reproducción debe ser proscrita. Los animales irracionales se aparean con el único objetivo de perpetuar la especie y poseen períodos de celo. El humano tiene la capacidad de controlar su fecundidad y por ello en términos de sexualidad ésta es muy diversa e incluye la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad. Finalmente añadiremos como algún Primer Ministro Canadiense que, nadie tiene el derecho de meterse entre las sábanas de los demás.
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lunes, 29 de octubre de 2007
Haciendo mártires, beatos y política.

La iglesia católica sigue, con la bandera de la espiritualidad, haciendo política a favor de sus intereses, como siempre ha sido. Hoy domingo en Roma se ha llevado a cabo lo que ellos llaman "beatificación" de casi quinientos mártires de la guerra civil española en la que el Gobierno de la Segunda República Española fue finalmente derrocado e instaurada la dictadura Franquista que llevó a España a una era de virtual oscurantismo y durante la cual esa iglesia, aliada como siempre al poder y a la extrema derecha ocupó un lugar preponderante. En nuestro País México tuvo lugar en la década de los años veinte el último movimiento armado de nuestra historia moderna, apoyado también por la iglesia católica y entre los llamados "cristeros" que pretendían instaurar su credo confesional en los ámbitos públicos de la sociedad también hay "mártires" beatificados no obstante haber sido asesinos y haber cometido toda clase de atrocidades "bendecidas" contra el enemigo de la iglesia.
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miércoles, 24 de octubre de 2007
DIOS EN EL METRO
Génesis
Hacer un recorrido de veintiocho estaciones en el metro, con su respectivo transborde, es un trabajo arduo para el pensamiento y las sensaciones y los sentimientos: se pasa de un olor agradable a uno desagradable en la degradación lenta del aroma; el humor de la gente se impregna en las paredes de la nariz y permanece en la memoria olfativa; los apretones; las axilas a la altura de la cara, acercamiento inevitable al prójimo desconocido. Hasta se puede ver, incluso, el amor realizado: los amantes se despiden, se prometen verse pronto, no olvidarse, la mujer sube y le da un beso desesperado a mitad del sonido que anuncia el cierre de las puertas, el hombre se queda parado en el andén saboreando el beso efímero, la mujer, tras los cristales rayados a fuerza de esmeril, sacude lentamente la mano como si dibujara en el aire un “nos vemos pronto”, el metro avanza y él, con los pies clavados al suelo como raíces, en la inmovilidad del cuerpo y la sonrisa, es él quien se aleja, vías intermediarias, destino, miradas, seguro volverán a estar juntos, pero mientras tanto: “te extraño infinitamente”. El metro es un abanico humano, los pliegues donde se posiciona el hombre, millones de caras, diálogos que revelan las preocupaciones, felicidades y angustias de todos los que despiertan para entrar a la angostura de la cotidianidad. Sin embargo, aun después de la monotonía, siempre existe la posibilidad de la ruptura, una grieta abierta por donde asoma algo fuera de lo común.
Iba en el metro con la necesidad de escuchar a los demás, observar a los otros, la curiosidad de verme en el espejo de la especie que me corresponde; atento a las sorprendentes promociones de la piratería y las rebajas en productos indispensables o por lo menos curiosos. En San Lázaro se abrieron las puertas, subió una señora de aproximadamente sesenta años, corcovada, el cabello blanco, escaso, amarrado en una cola de caballo, un suéter rojo, roído, y una falda de poliéster gris; cojeaba un poco al caminar. Llevaba un compañero, un hombre viejo que miraba hacia el suelo todo el tiempo mientras repartía volantes impresos en tinta roja. La mujer comenzó a hablar en tono amenazante, como si quisiera culpar de algo a todos los que ocupábamos el vagón. No era la voz nasal de los vendedores, no ofrecía ningún producto sino una enseñanza espiritual: “Ojalá dios quiera, pero nadie sabe que eso dice en la Biblia, dios mediante, porque todo depende de él, por eso tenemos que acercarnos a su palabra y no honrar al diablo, porque todo depende de él, si queremos estar a su lado”, arengaba la anciana. Pensé inmediatamente que pediría dinero por el simple hecho de tener las aguas de la enajenación hasta el cuello, buen pretexto, pedir dinero poniendo a dios mediante. Pero no pidió una sola moneda.
Vaticinó el fin del mundo y el infierno para aquellos que no creyeran (de tantas veces que me lo han cantado ya hasta me dieron ganas de ir a darme una vuelta, a ver si es cierto tanta cosa que prometen). Me es imposible negar que cada quien tiene una forma distinta de ver el mundo y la manera particular de expresar creencias y hasta intentar convencer a los otros. Pero no se puede hacer esto si la fe no es más que una expresión luminosa de la ignorancia. ¿Ojalá dios quiera?, es un pleonasmo, pues el significado de dicha palabra es “si dios quiere”, y su sentido original va más allá, pues es una expresión árabe que podría traducirse como “por Alá”. Cómo se atreve alguien a fundamentar su discurso en la Biblia sin saber en realidad qué se está diciendo. Tengo la certeza de que la mujer no tenía conciencia de sus palabras, simplemente estaba reproduciendo un discurso, sin el uso de la razón como si fuera una máquina de dogmatizar. Tratar de persuadir al otro desde el desconocimiento de lo que se dice, y partir de allí para predicar la supuesta palabra de dios, es perder la valía de la palabra propia, y la palabra invalidada sí es el infierno.
Así es que sentí ganas de reír, y lo más congruente con mis sentimientos era soltar una carcajada, pero hubiese sido como refutar la postura del otro con un acto de necedad. Me contuve. Algo en la cara me delató. La anciana, tal vez avezada en cuestiones de escepticismo, se percató de algo en mi rostro y se me acercó y me cercó con sus ojos inquisitivos. Me ofreció un volante y algo de las reacciones inconscientes no me permitió aceptarlo. Confieso que fue una tontería de mi parte, pues ahora podría contarles detalladamente qué decían las letras rojas. “Ándale, tu eres joven, hay unos que ya no pueden salvarse”, musitó la anciana, estiró el brazo y esbozó una sonrisa aterradora. “No, gracias”, contesté con ganas de verme la cara que puse. Quería decirle algo, pero se me agolparon las palabras en la punta de la lengua y tuve que tragarlas de nuevo. Se abrió la puerta del metro, la señora me echó los ojos encima por última vez y bajó seguida del anciano de la cabeza caída.
Ya deteniéndome a pensar en esta escena, entendí lo risible que había sido. No desconozco acerca de los predicadores (hasta un niño), es más, sé bien de aquellos que van los domingos a temprana hora a perturbar el sueño de los que creemos en desvelarnos. Pero ¿en el metro?, ¿dios en el metro?, como si se tratara de anunciar un maestro limpio para dejar las almas rechinando de limpias. Hay quien intenta convencer con una Biblia en la mano, busca páginas y muestra las citas pertinentes, con congruencia, aunque interpretación y manipulación mediante. Pero una anciana en el metro, contradiciéndose, haciendo gala de la ignorancia y la enajenación…, porque tengo la certeza de que la mujer sólo repetía lo que le dijo otro que le dijo otro que quién sabe cómo interpretó la Biblia y así sucesivamente, una cadena de farsas, un teléfono descompuesto, una cadena infinita de reproducir lo que parece ya más un vicio que una creencia con base en fundamentos inteligentes.
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viernes, 19 de octubre de 2007
El Pastor del Terror y el Fin del Fuero Eclesiástico

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miércoles, 17 de octubre de 2007
"...Perdona, Pero Estamos en Posesión de la Verdad"
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lunes, 15 de octubre de 2007
Diócesis Millonaria Pasa la Charola
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domingo, 14 de octubre de 2007
Entrevista a Michel Onfray

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jueves, 11 de octubre de 2007
El Clero Ataca de Nuevo


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miércoles, 10 de octubre de 2007
Neurotransmisores y Dios

La revista de divulgación científica Scientific American nos informa acerca de interesantes experimentos que científicos de la Universidad Laurentian han desarrollado y que permiten descifrar y hasta reproducir en el cerebro los fenómenos de éxtasis mísiticos.
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martes, 9 de octubre de 2007
Estado Laico y Clérigos Amnésicos

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lunes, 8 de octubre de 2007
DIOS NADA SABE…
la podredumbre, los cabronazos.
[…] dile que también a ella
me la mataron en Tlatelolco.
Gerardo de la Torre
Hablar desde la muerte
entristece el recuerdo.
Amparo Arcos
Esa mañana me levanté con dolor en la espalda, sentía las piernas débiles como si hubiese corrido durante toda la noche. Me asomé a la ventana. Amanecía y en el horizonte el sol comenzaba a partir los rezagos morados de la noche. Abrí el cajón del buró y saqué todos los volantes que repartiría durante la marcha. Salí de mi casa con los volantes enrollados, bien escondidos en una gabardina vieja que ocultaba bien pero dejaba colarse el aire frío. Caminé hasta la casa de Magdalena y ella salió con el cabello recogido y la miré, allí en la puerta, tenía en los ojos un brillo tan intenso que desapareció el frío y la belleza quedó congelada en ella, Magdalena y sus ojos y su boca. No pude no besarla tantas veces como me lo permitió el tiempo, se hacía tarde y aún debíamos pasar a la iglesia para confirmar la fecha de la boda.
Entramos a la sacristía, el padre se preparaba para la misa de las siete, nos saludó entusiasmado y nos aseguró el segundo sábado de junio. No podría ser antes, en marzo, dijo Magdalena un poco asustada e inquieta. Yo no entendí por qué el cambio repentino. El padre dijo que buscaría un espacio, que pasáramos al otro día para ver si podía hacer algo.
Salimos de la sacristía y nos postramos a orar para que todo saliera bien ese día. Cuando abandonamos la iglesia, yo le pregunté a Magdalena por qué había decidido cambiar la fecha sin siquiera tomarme en cuenta. Y la escuela y los tiempos y los planes, le dije, Yo sé lo que hago, Chucho, me contestó con cierto misterio, como si se preparar para mostrarme un truco de magia nunca antes visto. Yo me quedé con la duda y traté de preguntar lo mismo en dos o tres ocasiones. Pero ella cambiaba el tema o me besaba porque sabía que cada vez que me ponía los labios encima me cambiaba las palabras por una sonrisa estúpida.
Bajamos del metro y cuando subimos las escaleras el sol me dio de lleno en la cara, comenzaba a hacer calor y yo con la maldita gabardina. De repente las piernas se me paralizaron, no pude dar un paso más y caí de boca como un saco. Magdalena se rió unos instantes y fue a ayudarme. Cuando me tendió su mano la jalé hacía mi y me cayó encima. Comenzamos a jugar en el suelo, reíamos y nos revolcábamos como dementes. La gente pasaba a los costados de nosotros, nos esquivaban y nos lanzaban miradas de extrañeza y ternura, como si miraran la primera sonrisa de un niño acabado de nacer. Tengo la certeza de que les trasmitíamos ese cariño y esa diversión enternecida que era amarnos. Nos levantamos y fuimos a reunirnos con unos compañeros.
En la plaza repartí los volantes tan rápido como pude, el ejército nos rodeaba y no quería que Magdalena estuviera tanto tiempo sola, además tenía urgencia por quitarme la maldita gabardina que comenzaba a abrasarme. Terminé y fui a buscarla. La encontré gracias a que ella levantó la mano para que la viera. Nos abrazamos. Uno de los líderes hablaba, enardecía la gente que ya no cabía en la plaza. Ahora sí, dijo Magdalena y me tomó de ambas manos, me miró a los ojos y me dijo que estaba embarazada. Sentí desfallecer, se me doblaron las rodillas y me hinqué abrazado a sus piernas. El mundo se había detenido, nunca en mis veintitrés años me había olvidado de respirar. La sensación era más intensa que cuando a los siete años miré a un mago desaparecer a mi padre. Entendí, entonces, porque esa mañana su belleza era tan límpida, tan clara como el bosque acabado de lavar por la lluvia. Ella se puso de rodillas y me besó, ambos nos levantamos, miré en el cielo unas estrellas rojas que eternizaron el instante; unas estrellas rojas que brillaron y que yo imaginé que se trataba de astros que venían a adornar la noticia, los besos, la premonición del futuro con ella y en ese mundo que nos esperaba.
Se escucharon balazos, la gente comenzó a correr, yo salí del ensueño y jalé a Magdalena del brazo y corrimos juntos, entre la revuelta no pude sentir en qué momento se soltó de mí, corrí desesperado buscándola por todos lados, siempre con la vista en alto, sin mirar el suelo, porque los que estaban allí eran cadáveres y no, Magdalena no. Fui hacia un edificio para buscarla desde las escaleras, desde lo alto, pero nada. Bajé del edificio y seguí buscándola, corriendo de un lado a otro. En eso sentí como mis piernas dejaron de soportar, un hombre con un rifle me golpeó la espalda y caí de boca. Pedí a dios, encarecidamente, que no me sucediera nada, que no le sucediera nada a Magdalena. El olor a pólvora, a sangre, a azufre me penetraba. Miré hacia un lado y hacia otro, rogué a dios encontrar a Magdalena, mirarla por última vez. Me limpié las lágrimas y la encontré tirada en suelo, estaba viva, pero un soldado la pateaba como si ella, con esa belleza, hubiese podido atreverse a hacerle algo. Magdalena gritaba de dolor, se trataba de proteger el estómago y lloraba con tal ardor que su llanto me quemaba aquí adentro, en lo más hondo. Ella también pudo verme y dejó sus ojos clavados en mí hasta que se desmayó o… Dios mío, ayúdala, grité con todas mis fuerzas.
Se lo pedimos en la iglesia y nada salió bien, entonces me percaté de que dios nada sabía de la justicia, de la libertad, de los ideales, del futuro, del amor, de la sonrisa de quienes se aman, de la sonrisa de Magdalena. Injurié a dios mientras una bala me atravesaba la cabeza.
Mario Sánchez
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viernes, 5 de octubre de 2007
Hombre de Familia vs Cristianismo
Disfrútenlo.
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jueves, 4 de octubre de 2007
Más libertad, imposible


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martes, 2 de octubre de 2007
¿Más Vale Malo por Conocido?

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lunes, 1 de octubre de 2007
Predicadorcito "Reloaded"
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