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jueves, 15 de mayo de 2008

¿Crees en el Diablo?

Alfonso Romero Hernández
Escritor - Permanente

Con la mirada perdida y al borde del puente como de la desesperación, dispuesto a lanzarse hacia las gélidas aguas, juntando la cantidad suficiente, no de valor sino de entusiasmo para brincar, fue inesperadamente interrumpido por la presencia de un sujeto de aspecto sórdido, de negrura en el vestir contrastante por más negra con la nocturna oscuridad...
-amigo, ¿qué hace? o debo decir... ¿qué va a hacer?-

lo que menos esperaba era entablar un diálogo con un desconocido en sus postreros momentos pero le respondió...

-no hay ya razón alguna para alargar inútilmente mi inútil existencia, la vida, el maravilloso don del ser pierde todo atractivo cuando el sufrimiento la secuestra y cada segundo, cada suspiro se convierten en fuente de sufrimiento, de reciclado rencor irresoluble, de vil permanencia desolada y afán ya tan sólo de respirar...

el extraño extraño tratando de comprender le dijo...
-pero, ¿qué suceso tan grave ha convertido su vida en desgracia tan alarmante?...

-yo vivía felíz si acaso hablar se puede de felicidad entre los humanos, felicidad de hombre de bien que no aspira sino a llevar una existencia tranquila al lado de una buena mujer con la que compartir los goces y sufrimientos que son parte de la vida...desafortunadamente le abrí las puertas de mi hogar a quien consideraba mi amigo, a un hombre falaz y traicionero que no desaprovechó oportunidad alguna para robarme el cariño y la lealtad de mi bien amada y con ello todo lo que de entusiasmo vital en mí existía, mas no conforme con ese ingente daño que me infligía, aprovechó sus perniciosas cualidades para despojarme de cuanto bien material había forjado a lo largo de años de trabajo, disciplina y tesón...al día de hoy, arruinado, traicionado e infelíz, carezco de motivación alguna para sobrellevar tanta amargura a cuestas...-

el extraño sujeto respondió:

-¿has oído hablar de Satanás? ¿sabes acaso quién es aquél príncipe de las tinieblas, acechador y maligno que injustamente fue excecrado, defenestrado, violentamente expulsado del reino del innombrable?...¿sabes acaso , conoces así sea superficialmente las capacidades del ángel exterminador cuya misión es castigar lo más severa y cruelmente posible las conductas detestables a modo de que tales y vesánicos castigos sirvan de admonición y advertencia a quienes quieran, en arrebatos de debilidad apartarse de las reglas? ¡ése es mi destino y a la vez mi venganza! quienes como yo se rebelen, como yo pagarán pero al más altísimo costo...¡yo puedo reivindicar tu justa ira, castigar a quienes te han faltado, convertir sus miserables existencias en súplicas cotidianas para que su vida acabe! ¡está en mi poder hacer que vivan, es un decir, el más profundo y lacerante arrepentimiento al tiempo que el resto de sus días se convierta en aquél mitológico infierno de los teólogos, pero este sí, de verdad...!-

enmudecido ante tan virulenta elocuencia el potencial suicida no acertó más que a decir...

-¿y yo qué tengo que hacer ángel del bien para que así me satisfagas?-

-algo muy sencillo- explicó el aparecido, -algo que en nada representará costo grave o sacrificio ingente y que redundará en tu más apreciada satisfacción...lo que yo te pido es que vayamos allá, detrás de la gruesa columna que apuntala este puente y me permitas desahogar en ti los afanes de concupiscencia que me atormentan...si no te es gravoso, te amaré con pasión carnal, con furia demoníaca, no podría ser de otra manera, y acaso haré que tú mismo gimas satisfecho...de saber que haces lo correcto...-

aceptada la condición impuesta por el personaje, la escena que siguió es omitida por el autor en afán de guardar el pudor y en un intento por preservar las buenas costumbres de quienes posen sus ojos sobre este relato...

Una vez consumada la acción arriba no descrita, el umbrío sujeto emprendió sin más la retirada, actitud que evidentemente desconcertó a nuestro potencial suicida quien entre los trabajos para subir los pantalones mientras intentaba penosamente caminar sobrellevando el irritante dolor posterior, posterior a lo acontecido y posterior en su anatomía también, le llamaba...

-¡Satanás, ¿a dónde vas?..! ¡Satanás...!-

no hay duda de que el demonio es el demonio...la respuesta que el sujeto alcanzó a gritar antes de desaparecer por completo a la vuelta de la esquina fue...

¡Ja ja ja ja!...pero...¿crees en verdad que existe el diablo?...

1 comentario:

Christian dijo...

Ser creyente puede ser peligroso...