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domingo, 3 de enero de 2010

Inspiración divina






COLUMNA INVITADA
LUIS GONZÁLEZ DE ALBA

Hace algunos años escribí que no uno de los Padres de la Iglesia, sino el Padre, Santo Tomás de Aquino, admitía en su monumental Summa Theologica el aborto hasta los 90 días porque es entonces cuando Dios insufla el alma humana en un cuerpo animal. Recibí una cordial advertencia de un amigo antiabortista-en-el-caso-que-sea: Carlos Castillo Peraza. Decía en resumen: Le haces trampa al santo porque él no supo de embriología lo que ahora tú y yo sabemos.

En efecto, el pilar del catolicismo no supo de células ni menos aún de óvulos y espermatozoides. Cierto, pero ¿no habló inspirado por el Espíritu Santo? Aquino, siguiendo a Aristóteles, toma del Filósofo la idea de un progreso hacia la humanización del feto: es vida vegetal, luego animal y por último, con el enalmamiento del feto es vida humana. “Aquino sigue a Aristóteles cuando dice que el alma racional es infundida a los 40 días en varones y a los 90 días en mujeres”, J. Haldane y P. Lee: “Aquinas and Human Ensoulment”.

Contra la postura católica actual, compartida por la derecha, que sostiene la fertilización como el instante en que hay un humano y el aborto es, por tanto, homicidio, la embriología presenta el problema de los gemelos, trillizos, cuatrillizos, etc., cuyos embriones tardan dieciséis días en distinguirse. ¿Cómo resuelven, jerarquía católica y derecha, el asunto del alma? Si al instante de la concepción el óvulo recibió un alma, pero es aún totipotencial (puede producir gemelos idénticos o no), ¿cómo se reparten el alma sextillizos monozigóticos? Así: Dios infunde seis almas a los 16 días, antes no hay alma y, no habiéndola, no hay un humano.

Es un argumento sólido para creyentes. ¿Y los que no lo somos? Quedamos peor. Todo plazo de tipo médico, moral y legal pueden ser refutado. Pero, como en otras ocasiones, ruego a quienes apoyamos el derecho a la libre elección, no emplear el falaz argumento: “Es mi cuerpo y si quiero me corto el feto como me corto un dedo.”

Mi ruego va en el sentido de defender la libre elección de la maternidad que, con semejante simpleza, cae por tierra de una sola patada: no es tu cuerpo. Y no lo dice la religión ni la ley, lo dice la genética, un análisis de laboratorio: todas y cada una de las células de nuestro cuerpo tienen firma, el genoma, nuestros genes se encuentran repetidos en todas y cada una de nuestra células con pavorosa redundancia: con células de piel, riñón y hasta de útero es posible identificar si vienen de la misma persona.

No así con una célula del feto en el útero: es otro genoma, lo irriga otro sistema circulatorio (la sangre de la madre no se mezcla, aprendimos algunos en secundaria), tiene otro sistema nervioso. Es otra persona porque lleva, en cada una de sus células, otra firma genética. Lo dice un laboratorio.

La ciencia ha buscado un límite en la neurología: si la muerte se declara por el cese completo de la actividad cerebral, podemos definir la vida como el inicio de la actividad cerebral. Antes de eso no hay vida humana, ni siquiera animal, es vegetativa. A eso respondió con humor Paco Calderón, opuesto al aborto en cualquier momento: una semilla no es un árbol, pero regada y en tierra fértil, lo será. Luego, como dirían los Beatles: Let it be. Hay, como se ve, una petición de principio: agua, tierra fértil y, añado, ausencia de una chiva que se coma el retoño.

Volver al Padre de la Iglesia permite, a quienes no somos creyentes ni nos preguntamos sobre la llegada del alma al cuerpo, puesto que las almas no existen, poner en evidencia la involución del pensamiento católico al respecto.

La “hominización retrasada”, propuesta por Aquino, afirma que el feto recibe un alma vegetativa, luego una sensible o animal y por último la racional, que destruye las anteriores. En 1312, el Concilio de Viena (asistido por el Espíritu Santo, como todo concilio) hizo suya la propuesta de Aquino.

Así pues, la Iglesia católica ha modificado su opinión a la luz de la embriología moderna. Lo cual es semejante a enviar bulas de excomunión por correo electrónico: tomar de la ciencia, que siempre ha atacado, lo que le conviene.

Por eso, siguiendo el método aquiniano en la Summa (objeciones y respuestas en primera persona), lo planteo así:

Artículo: el más grande Padre de la Iglesia propone que el feto no tiene alma hasta los 40 ó 90 días, y siendo el humano la suma de alma y cuerpo, no es humano sino animal el día 89. De ahí concluye que el aborto es pecado, pero no homicidio.

Objeción: Tomás de Aquino, denominado el Doctor Angélico, ignoraba lo que sabemos ahora sobre embriología.

Respondo que: los Padres de la Iglesia no basaron sus eternas enseñanzas en la ciencia, sino en la Revelación. Por eso lo que enseñan es válido para siempre. Y dice Aquino: “Es luego herético decir que el alma humana se transmite con el semen” (Summa Theologica, Parte Primera, Cuestión 118, Artículo 2, Respuesta).






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2 comentarios:

Anónimo dijo...

En el marco del debate de las ideas, le digo a Luis González de Alba:

1. Tomás de Aquino no es Padre de la Iglesia.
2. Tomás de Aquino no es el magisterio (sucesores de los apóstoles) de la iglesia. De ahí, que no es la enseñanza oficial de ésta. En la Iglesia Católica quienes explican y custodian la revelación son el Papa y los Obispos asistidos por el Espíritu Santo.
3. Los puntos tratados por el Concilio de Viena fueron: Orden de los Templarios, la usura, etc. No encuentro ninguna referencia a Tomás de Aquino, ¿cuál es tu fuente bibliográfica o en qué te apoyas para tal afirmación?
4. Tomás de Aquino fue un hombre de su tiempo. Juzgar el pasado con criterios actuales se denomina anacronismo, un error ampliamente difundido. Aquino enseñó que el aborto es un pecado grave (1). Ante la cuestión, ¿cuándo Dios infunde el alma en un embrión humano? Él respondió de conformidad con los conocimientos biológicos de su época e hizo una distinción en cuanto a la especie de pecado y a la gravedad de las sanciones, pero nunca negó la gravedad del aborto provocado. Por lo tanto, nunca admitió el aborto como lo mencionas, tergiversando la realidad.
4.Contrario a lo que expones del Concilio de Viena, en el de Maguncia se condena, y reafirman las penas decretadas por concilios anteriores, contra el aborto, entre otros. Por lo tanto, podemos ver que la Iglesia no ha cambiado NUNCA su enseñanza respecto al aborto, como por ejemplo lo dice el Didaché (3)

CONCLUSIÓN

Sugiero que el debate de las ideas se sustente en un decidido afán por encontrar la verdad y no dejarnos apasionar. De lo contrario, en esta página seguiremos encontrando autores con argumentos tan pobres como los de Luis González de Alba, que pareceremos más fanáticos que inteligentes.

Said González


(1) Comentario sobre las Sentencias, libro IV, dist. 31, exposición del texto
(2) Canon 21 (Mansi 14, p. 909). Cf. el Concilio de Elvira, canon 63(Mansi 2, p. 16) y el de Ancira, canon 21 (ib., 519). Véase también el decreto de Gregorio III relativo a la penitencia que se ha de imponer a aquellos que se hacen culpables de este crimen (Mansi 12, 292, c. 17).
(3) Didaché Apostolorum, ed. Funk, Patres Apostolici, V. 2. La Carta de Bernabé, 19, 5, utiliza las mismas expresiones (Funk, 1. c. 91-93).

Alfonso Romero dijo...

En el mismo marco del debate de las ideas, ¿no es que estos teólogos escribían "inspirados" por dios así como los autores de la Biblia?. Es evidente que quienes escribieron los textos bíblicos desconocían que la tierra era redonda y que giraba al rededor del sol.