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martes, 25 de septiembre de 2007

Mi Celebración de la Independencia

Debo confesar que la semana pasada celebré con cierto resquemor las fiestas dedicadas a la Independencia. Pues cayó en mis manos, por azares del destino (castigo, tal vez), El Despertador Americano: el primer periódico insurgente de la Nueva España, “una manifestación del espíritu libre”. No se puede negar que ya anteriormente existía el periodismo, sin embargo, éste estaba censurado por las autoridades civiles y eclesiásticas, con la intención de mantener el orden en la Colonia. El primer número de dicho periódico se publicó el 20 de diciembre de 1810, es decir, tres meses después de que en la ciudad de Guanajuato se iniciara el movimiento emancipador comandado por el cura Miguel Hidalgo. Éste es más o menos el contexto, pero en realidad lo importante está en las cosas que llamaron mi atención y me pusieron a pensar, contaré lo que sucedió:

Ya las manecillas del reloj, con esa premura que las caracteriza, habían marcado más de media noche. Yo estaba sentado frente al monitor de la computadora, quería escribir algo y nada se me ocurría, llené páginas enteras con la frase “no se me ocurre nada”, que después de repetida tantas veces parece un epitafio. Sobre el escritorio había un texto que alguien me prestó y que solamente por el título no se me antojaba leerlo, no sé por qué si ya pensándolo con calma El Despertador Americano es un título atractivo. Me resigné a no escribir nada y algo como un golpe de desencantamiento me despertó. Apagué la computadora y comencé a leer. Entendí de qué se trataba y no puse la cabeza en la almohada hasta que no se me apareció el punto final.

Ya en la cama, me preguntaba qué es El Despertador Americano, y buscaba respuesta, algunas eran todo un discurso con sus debidos circunloquios y perífrasis, otras, simplemente, eran respuestas vagas y hasta risibles, entonces me puse a considerar cuál era uno de los aspectos que más llamaba mi atención y entendí que el primero de ellos era la exaltación exacerbada del nacionalismo, cuestión demasiado obvia, pues cómo no exaltarlo si se trataba de independizarse del yugo de los gachupines. Pero el otro aspecto, que es el que en realidad nos incumbe, fue la exaltación, con la misma intensidad, de lo religioso. Me pareció un poco sorprendente, pero después de analizarlo lo encontré muy lógico, pues ¿qué no fue en cura el designado para desempeñar el papel de dirigente del movimiento, no fue él el de la iniciativa de agarrar el estandarte con la imagen virgen y declarar la guerra contra los gachupines? (siempre he dudado de esta historia del estandarte, pero confieso que se trata de uno de los pocos recuerdos de mis clases de historia que se me quedó grabado desde la primaria).

Al día siguiente, en una de esas cosas unidas por vínculos secretos, diría Borges, encontré que el hombre que había escrito los seis números del periódico también era un cura de la iglesia. Francisco Severo Maldonado era su nombre, y fue el quien se acercó a Hidalgo para proponerle la publicación de El Despertador Americano, y escribió cosas como “El cielo se ha declarado por vosotros, la voluntad de Dios se manifiesta cada día con indicios nada equívocos de la más decidida y señalada aprobación de vuestra Causa. Los enemigos, sobrecogidos de un terror profundo, y poseídos de aquel espíritu de vértigo que el Señor envía a la Tierra […] pierden el tino en sus acciones y discursos”. Por un lado me pareció sorprendente cómo los insurgentes utilizaron la religión como un arma para atemorizar a sus enemigos, pero por otro lado no me extrañó en lo más mínimo, pues aún en la época en la que vivimos, la iglesia sigue utilizando la religión y el miedo a lo divino como una arma para atemorizar y hacer que el hombre “despierte” para inmediatamente caer en el ensueño de la enajenación.

Así llegó el día de celebrar la independencia, pero como mencioné al principio, todas estas ideas de la religión como fundamento importante donde se apoyaba el movimiento insurgente, me hicieron que el tema me percutiera la cabeza incansablemente. Es más, ya veía El Despertador Americano hasta en el pozole.

Llegó la hora del grito, la verdad es que mi ánimo no era el suficiente como para emocionarme y gritar tres veces viva México. Pero allí estaba el presidente Calderón, a sus costados su esposa, su hija y sus hijos vestidos de soldaditos, las campanas tañendo, la gente gritando y aplaudiendo enardecidamente. Y yo seguía pensando en todo esto hasta que sucedió algo que me mostró mi independencia solitaria, el error y la soledad misma.

Mario Sánchez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos...
Bueno, es un hecho conocido que fue la iglesia la que a fin de cuentas
fraguó la independencia de México. En lo absoluto se trató de un
arranaque nacionalista o de que de pronto quisieran verse libres del
yugo del rey de España. Lo que ocurrió fue que aparecieron las (¿a poco de verdad creían que
Vicente Guerrero y su grupo de guerrilleros desarrapados habían logrado eso solos?). La Independencia de México fue nada más otro movimiento de
la iglesia católica en su constante lucha por el poder. Por eso después
se trajeron un principito europeo, por que querían mantener el
novohispanan way of life que tanto les había gustado hasta entonces.
También por eso aquello de los dos Imperio Mexicanos. Si la verdad lo
que me sorprende es que Juárez haya podido hacer todo lo que hizo, eso
para mí es un misterio. También recomiendo "Las Herencias Secretas de la
Reforma" o por allí va el título, de Carlos Monsivais.

Anónimo dijo...

Hola Luis, lo único de la Pepa ( nombre pòpular de la Constitución de Cadiz) que podia desagradar a la iglesia era el hecho de abulir la inquisición y limitar el poder del rey. No veo en que otros aspectos podia perjudicarla, ya que, aún siendo de corte liberal,su contenido era extremadamente moderado(al menos para mi gusto), habida cuenta de que estábamos en guerra con Napoleón y era preciso mantener aglutinado al pueblo bajo el lema "Dios, Patria y Rey. Aun asi, el abyecto monarca, una vez regresado del cautiverio, hizo caso omiso de la constitución y solo con la sublevación de Riego, en 1920 fué obligdo a jurarla. Tres años después, con la ayuda de los cien mil hijos de puta, perdón, de San Luis, restableció el absolutismo, aunque no pudo restablecer el "santo Oficio" por ser esta una condición impuesta por el Duque de Angulema(caudillo de los 100.000). El no poder quemar a los "herejes" seria motivo sufieciente para que el clero mexicano incitara a la rebelión?, no lo sé, pero te diré algo. Aqui, en España, si hubo un grupo de fanáticos (liderados por curas, claro),que se rebeló contra el rey, acusándolo ( aunque cueste creerlo) de ser demasiado indulgente. Creo que se autodenominaban "los agraviados". Saludos